Flores como butacas

Flores como butacas es un verso de Rimbaud. ¿Qué significa? No estoy segura y no creo que eso realmente importe. Tal vez, el verso es muchas cosas y ninguna de ellas es lo que realmente quiso decir el poeta (si quiso ¨comunicar¨ algo). Decir, decir, comunicar… mejor, apalabrar (Mujica). Sanar, sanar, transformar… empecemos por jugar. Un verso de tres palabras, siete sílabas, una flor como punto de vista, la fragilidad transformando su naturaleza (porque todo puede suceder en un poema y ahora las flores son un lugar donde nos sentamos). ¿Nos estamos dando cuenta? Una voz poética ha desarmado nuestra estructura mental. Sí, existen flores como butacas. Podemos pasar meses o vidas buscando un verso así, tan sencillo y dotado de una fuerza atómica, una sola línea de palabras que transforme la realidad. Un destello de sonido y sentido que quiebre el lugar común con palabras comunes (porque flor y butaca son palabras tan simples como olla, nube o calle). Entonces, accedemos al misterio y el lenguaje se emociona. Entonces, respiramos palabras vivas. Entonces, imagino un taller tomando como punto de partida una flor de Rimbaud y te invito a ser parte.

Más info: angelinaferrero@gmail.com


Cuerpo en cuarentena

Poemario publicado por la Editorial Colmillo Blanco (Lima, 2021).

Día 1

Me pides que hable por ti, por las dos. Yo acepto, y de corrido. Soy el autorretrato que te traspasó. Estamos en la misma cuna de siempre mirando el mundo de afuera. En este departamento de 45 m2 solo nos acompaña una perrita. Es curioso: pocas cosas han cambiado desde aquel viaje. Tenías pocos años, un padre, una madre y tres hermanos. Tú eras la menor, ¨el conchito¨. A él le habían dado una beca en un país muy frío. A ella le aterraba la tos. Era mejor que te quedaras tres meses con tu abuela, tus tías y una nana. Caras grandes, ojos de sapo, bocas rojas que mirabas desde la cuna. Hacían lo que podían. Respondían a tus dudas con azúcar. No tenías lenguaje para preguntar; mucho menos, la escritura. Aprendiste a estar contigo en tu eterno aislamiento social. Pensaste que tu familia había muerto, pero volvió. Ese día comenzaste a creer en Dios (a tu manera). Ahora lo ves en todas partes, en todas partes.

Día 229 (espejo roto)

. no . quedan . metros . cuadrados . mayúsculas . no hay puntos . paredes . rencores . mis uñas . el mar . consuela . la almohada . entierra . mil muertos . cangrejos . tus piernas . de oro . la sal . es antigua . y cantas . mi cuerpo . es otro . mi texto . es otro . mi otro . es otra . palabra . sencilla . hay duelos . victorias . espuma . vacío . trofeo . canción . Navidad

Día 230 (farmacia de hospital)

Las palabras son piedras / Sobre ellas me elevo para no tocar el piso blanco y ausente en esta sala de sillas genéricas / Mi cuerpo es el ticket F-23 de un supermercado y todavía no soy «la siguiente» / Aquí nadie mira mis ojos, nadie pregunta dónde duele, solo la poesía, solo a ella puedo decirle / en el útero, en el útero / Mascarilla, perfil hormonal, gotas para los ojos, mi sombra corre y nadie la registra / F-22, F-22... / Suelto el libro, me disfrazo, camino a la ventanilla, gracias.

Día 232 (cuerpo político)

1: Mis pies quieren pararse descalzos sobre la pista / disolver su indiferencia, su mudez, sus calambres flojos / mi cuerpo es un país, una planta que apenas respira / tierra de nadie y ellos ya basta: me pongo el alma, mascarilla doble, soy una hormiga con voz.

2: La calle, la voz en alto, encontré-me entre extraños / un cuerpo ocupó un lugar fuera del mar de la paz del silencio / mi cuerpo ocupó su lugar, un punto tangible / soy acupuntura vieja / no hay cámaras, tan solo escritura / al volver a casa.

3: Romper el encierro una silla dos cucharas la distancia social / respirar detrás de una tela, no empujan, pero hay bombas / la bomba nos va a alcanzar / 1992 Tarata despierta en la plaza San Martín / me tapo con una frazada, codo derecho sobre tímpano derecho, mano derecha sobre oído izquierdo, mano libre sobre los riñones boca abierta papá: la onda expansiva nos va a alcanzar / ombligo al piso / tsunami de miedo / la cama es pequeña de noche / mi cuerpo habita un solo tiempo de lucha y vacío / la esperanza es circular.

4: Tan célebre y tan funeral, las vidas no vuelven pero gritan : ruptura ruptura / se puede se puede / existimos en la calle.

5: Mi cuerpo ocupa un lugar en esta polis de palabras.

No sé qué hago en Buenos Aires (Editorial Templanza)

Poemario publicado por Editorial Templanza (21 setiembre, 2023)

adrenalina

un niño es el mejor contando un hecho trágico / el sentido de la vida es que se acaba / la alegría huele a precipicio / como el verso

inevitable

cuándo dejará de andar el peregrino ? / un cansancio de pies, tal vez / un virus insospechado, tal vez / un amor a primera vista ( tal vez ) nunca exista un tal vez / si el horizonte es la casa

matemáticas de vida

diecisiete años de obediencia católica / veinte más en una refrigeradora / quince entre balance y punto fijo / siete de cemento y autocad / doce o catorce mudanzas / un año en el kung-fu / ahora hago box / y todo para no decir ( fragilidad ) en un poema

  • Entrevistas:

Editorial Templanza / Letra Capital / Lee por gusto


poesía es : un haz de luz sobre la mesa del desayuno. todo lo demás son poemas .


19 fueron los huecos en el pecho de Javier Heraud

asomas por mi ventana miedo abierta, tú

árbol tan triste sin tus raíces ni pájaros

no sé si creerte, ya no sé nada

de la niña extensión de tu mano

la curva en tu espalda está rota

carga ollas vacías y un mundo

una moneda nunca será una moneda

y el debate en mi entrecejo no tiene rima

¿quién le puso ¨sol¨ a la pobreza?

redondez perfección metálica

caridad con olor a morfina

semáforos que no comprenden que un no

¨algo¨ alumbra

ya no más perpetuar tu cárcel

pero tu infancia, pero la prisa

somos autos escupiendo balas

somos balas escupiendo-

nos

Volver a El Río

Poema dedicado a Javier Heraud Fue elegido para la muestra ¨Amo el Río¨ inaugurada en Tarapoto (San Martín, Perú) en abril del 2022

es mi primera vez frente a este Río es

la primera vez ?

, agüita que nunca regresas

, que le ríes ríes a nuestra terquedad

a esa mala manía de volver a tiempos imposibles y buscar piedras debajo de las piedras

dime, , Río

por qué ponerle comas al sentimiento ?

Río de los fantasmas

Río de piedra fría para el niño sin pies

Río que canta al poeta y acaricia su frente

de horizonte y mar sin margen

dime, Río, que eres adjetivo

que no es hoy la primera vez

que esta roca siempre fue mi roca

y que esta lágrima tan antigua y tan salada

es compartida

En defensa de los terraplanistas

tú poeta que conoces

el golpe al final del verso /y saltas

para caer en la muerte /y saltas

para entrar en la vida /y estás

avanzando en línea recta hacia la última rima inexistente y desprovista de cualquier círculo cerrado

dime cómo explicas que hoy

nada cambia

Presentación

no me interesa sonar ¨interesante¨

no me interesa lo interesante

no me interesa sonar

no me interesa el no ni el me

tampoco el tiempo

solo algo me interesa

algo realmente me interesa

y felizmente lo he olvidado


Claridad

Tal vez podría ser, cuando te decidas entre el sí y el no, y entre el adentro y el afuera, que yo llegue a creer que de repente es remotamente posible. Entonces, y solo entonces, de a poquitos, lo intentaremos. No sé si seré capaz. Mucho menos, si tú estarás listo. Tal vez sea mejor esperar un poco. ¿Y si vamos más allá? Estamos muy cerca. Intenta moverte unos pasos. No sé, unos tres o cuatro pasos. Lo suficiente para que no sea demasiado lejos. Tampoco quieres avanzar muy poco. No puede ser tan difícil encontrar un punto medio. Posiblemente sea un poco raro, pero jamás imposible. Si entiendes bien lo que te quiero decir, podrás dejar de dudar. En serio, yo creo que vas a estar bien. Por lo menos, nunca vas a estar tan mal. No mientras sepas qué hacer. Estaremos como tengamos que estar. Intento explicarte algo simple sin que suene complicado. ¿Por qué no se puede? Tan solo haz el esfuerzo por entenderme. Si no me entiendes es porque no tienes nada que entender. Lo que te digo se extiende mucho más allá del alcance de estas palabras. En realidad, hasta ahora, no te han dicho nada. Te he hecho perder el tiempo. Y al no decirte nada, te lo he dicho todo.

¿Ahora entiendes por qué prefiero hablar desde mis ojos?

http://domingo5pm.blogspot.com/



Anatomía de lo restante

Los que trabajan aquí sienten adrenalina cuando los platos salen por esa puerta vaivén de color blanco. Yo, en cambio, me entusiasmo cuando vuelven. Cada uno aparece frente a mí como un cadáver exquisito pidiendo que complete la siguiente línea. La posición de los cubiertos, la cantidad de sobras, las manchas sobre la cerámica… los detalles me invitan a imaginar vidas de personas que solo puedo ver en el reflejo de sus platos sucios. Antes de que el agua borre estos pequeños fragmentos humanos, yo recojo la evidencia y reconstruyo desde los residuos. No me importa lo que digan en el barrio de mí. Ya deja ese trabajo, loco de mierda, me gritan cuando vuelvo a casa los viernes de madrugada. Mis vecinos se burlan porque no conocen las historias que traigo conmigo en este cuaderno gris. El sí comprende que los residuos no son basura, que lo que guardo es importante. Locos son los que andan por la vida como fantasmas sin mirar por dónde caminan, sin prestar atención a lo que dejan en sus platos. 

Dicen que la personalidad de alguien se devela en sus zapatos. Otros creen que la guantera del auto es lo que delata a una persona. Yo uso siempre el mismo par de zapatos, no tengo carro, por lo tanto, tampoco guantera. Pero así tuviera más zapatos y un carro con guantera, seguiría convencido de que las marcas de lo que dejamos al comer son gestos tan inconscientes y reveladores como los sueños. No entiendo por qué los psicoanalistas no hablan más de estas cosas. Por ejemplo, un carnívoro siempre deja las verduritas decorativas. El que devuelve el arroz y las papas anda preocupado por el peso. Es fácil identificar a la chica que tuvo su primera cita y al ansioso que se come los restos de los demás platos de la mesa. Nunca me dejarán de sorprender los que dejan su plato de comida a medias. Me pregunto si estarán preocupados, si tendrán náuseas o alguna molestia. Tal vez, nunca nadie les dijo que hay niños en África muriendo de hambre. Yo creo que el juego del avioncito tiene la culpa de que no hayamos aprendido a comer con el estómago. El otro día, escuché a una doctora hablar del tema. Saciedad, repitió varias veces. Como no sabía lo que era, busqué en Wikipedia:

La saciedad es la percepción que tiene el cuerpo humano de no tener necesidad inmediata de ingesta de alimentos. Se trata de una respuesta homeostática del organismo, dirigida a restablecer el equilibrio en cuanto la demanda de nutrientes queda satisfecha. Es un proceso activo que necesita de un compromiso neuronal complejo y que desencadena finalmente la inhibición de la conducta de ingesta. (https://es.wikipedia.org/wiki/Saciedad)

Cada vez que recibo un plato con una servilleta hecha bolita, yo sé que tuve cerca a alguien de mi bando. Me gustaría salir a mirar quién está ahí, pero el dueño me lo ha prohibido. Aunque ahora que lo pienso, tal vez sea mejor así. ¿Y si nada afuera es tan fascinante como lo imagino? Mientras abro la bombita de servilleta con cuidado, vuelvo a la casa de mi infancia. Tengo cuatro años y estoy sentado en el comedor mirando mi plato con aburrimiento. Arriba, mis hermanos y mis padres miran la televisión. Ellos ríen mientras yo muevo el huevo frito, aplasto el camote, imagino para cada verdura, una historia. Las zanahorias no se llevan bien con las vainitas. El arroz es muy blanco para mezclarse con el resto. El tomate es el más amigable de todos. El pollo está demasiado muerto para tener voz. Estiro el juego todo lo que permite mi imaginación hasta que llega mi pequeño momento de rebelión. Entonces, agarro la servilleta, cierro el puño hasta comprimirla, la tiro sobre los restos de la comida y comienzo a reclamar mi libertad a gritos. Estoy anunciando que he terminado de comer, que es tiempo de que me bajen de esa silla demasiado alta, que yo también quiero ser parte del ritual familiar. Pasa un rato y finalmente alguien viene a salvarme. A regañadientes, me pone en el piso y me manda a mi cuarto. Generalmente, viene alguno de mis hermanos a hacerse cargo. Camino hasta la sala de estar. Las miradas de los cinco están clavadas en algún drama mexicano. ¿Mamá, puedo quedarme aquí con ustedes?, pregunto suavecito. A tu cuarto por hacer pataleta, me responde, sin voltear. Y yo vuelvo a ser el niño que obedece. Lo que ellos no saben es que siempre dejo la puerta ligeramente abierta para escuchar un poquito de eso que tanto los captura. Tú eres un rebelde sutil, me decía siempre la abuela Rosa A ella sí que la extraño. 

Nuestro restaurante es conocido por servir platos simples pero poco comunes. El más popular es la alcachofa entera. Fue una ocurrencia del dueño. Nadie pensó que una flor descolorida podría brillar tanto. Resultó que a muchos les daba flojera sancochar la alcachofa en casa. No es fácil encontrar el punto exacto de cocción. Nosotros la servimos con una salsa de limón, aceite y un ingrediente secreto que no puedo revelar. Eso le da un toque especial a las hojitas. Siempre servimos la alcachofa en un plato más grande porque comerla puede generar desorden. Me encanta que la gente pida alcachofas porque la configuración de lo que vuelve al fregadero aparece frente a mí como una carta astral. Los mozos no entienden por qué les ruego que caminen con cuidado, que no pongan un plato sobre el otro. Y cuando no me ven, hasta tomo fotos. ¡Es que pelar una alcachofa es una experiencia fascinante! Claramente puede revelar al desordenado, al moderadamente ordenado, al maniático y al extraño. ¿Me creerían si les cuento que no siempre nos devuelven las hojas? Esos días, cuando ya hemos cerrado, voy y las busco entre las plantas. Hay cochinos que las tiran entre los arbustos pero, otras veces, las hojas simplemente desaparecen. Tengo mis teorías. Cada día la gente está más loca.

Todo tipo de cosas así suceden. Por ejemplo, anoche pasó algo curioso. Nuestro postre estrella regresó a la cocina aparentemente intacto. Oye tú, este va de vuelta a la heladera, me gritaron. Miré con sospecha. En todos mis años aquí nunca había visto a ningún cliente resistirse a la capa de azúcar de un creme brulée. ¿Por qué a nadie más le intriga este misterio? Cumpliendo con mi deber, realicé el escrutinio con cuidado. Había un huequito diminuto en el centro, un tímido crack, un gesto casi imperceptible. Alguien había tenido un acercamiento al postre e inmediatamente después, esa persona, había dado un paso hacia atrás. Mi intuición me dice que se fue corriendo. Parece que no le gustó lo que le prometía el fondo. Me acerqué a olerlo para revisar si estaba malogrado. Pero no; el postre olía delicioso. Entonces, lo vi. Hundido en el fondo, un objeto brillante, la promesa de una vida juntos. Fascinado con mi descubrimiento, cogí mi cuaderno gris y anoté el título de mi próximo cuento:

La historia de un naufragio en San Valentín.

Esa noche lavé todos platos, colgué mi mandil, apagué las luces y puse los candados en las puertas. Como siempre, Juancho, el perro callejero de la cuadra, andaba durmiendo bajo la luz amarilla del poste. Lo desperté, le di sus restos preferidos y me senté a su lado. La noche estaba muy fría. Me acomodé junto a su cuerpo cálido. Lo observé comer desordenadamente, devorándose el plato, y le pregunté, ¿y tú sabes lo que es la saciedad? Juancho no es cualquier perro, él entiende muchas cosas. No me atrevo a analizarlo porque mi abuela me enseñó que a la familia solo se le acepta. Bajo la misma luz, mientras saboreaba sus huesos, yo saqué de mi mochila la crema de azúcar y huevo con sabor a naufragio. Sumergiendo un dedo a la vez, fui disfrutando, lentamente, hasta encontrar ese regalo que la vida tenía para mí en el fondo.

Relato para la Revista NN de la Maestría de escritura creativa de la PUCP. 2022.


Pensar despacio: ¿ qué es perder el tiempo ?

¿A qué le llamamos perder el tiempo? Generalmente, usamos esa expresión para calificar la calidad de nuestras experiencias, y asociamos esa calidad con efectividad. En otras palabras, creemos que perdemos el tiempo cuando no hacemos lo suficiente, o peor aún, ¨cuando no hacemos nada en concreto¨. ¿Pero qué es suficiente? Es común sentir que nuestros esfuerzos no están a la altura de nuestras metas. A nuestros días le faltan horas para trabajar, para hacer deporte, para socializar, para descansar… Nos acostamos pensando en lo que no hicimos y al despertar, nuestros primeros pensamientos están asociados a la lista de pendientes del día. Hacer, hacer, hacer. Nos da miedo perder el tiempo. Vivimos sintiendo que hay algo que constantemente se nos está escapando de las manos, y creemos que, haciendo más, eso no sucederá. Pero no es la vida la que nos persigue. Somos nosotros que, empujados por una cultura de metas, nos hemos convertido en lo que Alberto Morell llama robots animados de eficacia. Y es curioso; mientras intentamos aprovechar al máximo uno de los recursos más preciados, lo estamos desaprovechando ya que cada vez resulta más difícil estar en el momento presente.

El arquitecto y profesor Francesco Careri, conocido por dirigir ¨derivas¨, caminatas sin un rumbo predeterminado por la ciudad, nos diría que estamos locos si creemos que perder el tiempo es perjudicial. Para él, es necesario perderse para encontrarse. Por ejemplo, ¿qué sucede cuando uno se pierde en un bosque? Imaginémoslo. Cuando algo es desconocido, nuestros sentidos se agudizan. Nuestra curiosidad está impulsada por un instinto vital de supervivencia. La atención está despierta y puesta en los detalles que, como diría Morell, no se ven si no se miran. Lo nuevo nos pide ir despacio y avanzar plenamente presentes. En un bosque, tal vez, estemos espacialmente perdidos, pero, ¿estamos perdiendo el tiempo? En absoluto. Cuando habitamos ¨el ahoritititita¨ aprovechamos cada segundo.

El pasado no existe. El futuro, tampoco. Lo único real y concreto es este instante que se nos escapa de las manos por andar demasiado metidos en nuestros planes, recuerdos y pensamientos. Lo rutinario fácilmente activa nuestro piloto automático. Podemos ser eficientes, tener una performance destacada, tachar todos los pendientes de la lista del día, pero si nuestra atención está puesta en otro lugar, ¿qué pasa con el tiempo que transcurre frente a nuestros ojos? Pues, se va, y ya no regresa. Ese es verdaderamente un tiempo perdido. Así como existen aplicaciones en el celular que nos indican cuántas horas pasamos en redes sociales, me encantaría que existiera algo que nos mostrara cuánto tiempo pasamos en el pasado o en el futuro. Y ni qué decir del ¨tiempo hubiera¨. A grosso modo, podría especular que una aplicación así apenas llegaría a sumar minutos de atención plena. Estamos habituados a cargar con relojes que cuentan nuestros pasos. Nos pregunto, ¿cuántos de nuestros pasos son conscientes? ¿Cuántos cafés sin saborear, ojos sin mirar, letras de canciones sin escuchar, respiraciones no percibidas? Y todo por andar demasiado ocupados porque nos aterra ¨perder el tiempo¨.

Vivimos en un momento de la historia en la que la pausa resulta cada vez más revolucionaria. La pausa es un espacio entre hacer una cosa y otra que se abre para que podamos observar la vida con ojos nuevos: ¿estoy aquí?, ¿cómo me siento, respiro bien, ha cambiado el clima, disfruto de lo que hago? Parar de manera consciente, a pesar de que la vida sigue, requiere disciplina porque implica recuperar la capacidad de no dejarse llevar por la tendencia al movimiento constante y aleatorio. Paremos para repararnos, para observar la vida que nos rodea, porque lo merecemos. Hemos pasado entre ocho y nueve meses en la barriga de nuestra madre en quietud. Eso nos demuestra que la tranquilidad es parte de nuestra naturaleza. Tal vez, aprender no sea más que recordar lo que hemos olvidado.

La meditación, además de los beneficios físicos, mentales y emocionales que nos brinda, nos entrena en la disciplina de la pausa y de ser testigos antes que agentes de acción. Cuando uno es testigo de sus comportamientos y pensamientos, nota cuando no está presente y aprende a volver, con gentileza, a través de la respiración. La inhalación y la exhalación son un puente para aprovechar cada instante. No hay nada más tangible y real que el aire que entra y sale por nuestras fosas nasales para activar y limpiar nuestro cuerpo y mente. Así logramos calmarnos y anclarnos. Recordemos: somos seres humanos, y no quehaceres humanos. Y en el presente, la mente es más eficaz, más simple, más feliz. Las mayores penas y preocupaciones surgen de una mente que vive atrapada en el pasado, en el futuro, o en el tiempo de los hubieras. Disfrutemos de los pequeños momentos. Finalmente, ¿no es la vida una sucesión de pequeños momentos de presente, y no es un presente, un regalo?

Artículo para Banbif. Enero 2022.